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La situación en el segmento

hospitalario se hace nuevamente

compleja cuando nos referimos

a medicamentos biosimilares. A

diferencia de los medicamentos de

estructura química, el biológico no

es intercambiable por definición. Es

por ello que en los medicamentos

biológicos y biotecnológicos el

mecanismo de competencia por

precio tiene que compensar el

mayor peso de la tendencia del

clínico a mantener los tratamientos

previamente establecidos. En el

hospital, no obstante, el papel de los

órganos de gestión y de la Farmacia

Hospitalaria operan de forma

continuada y el porcentaje en volumen

de medicamentos biosimilares crece.

Se dispone ya de algunos biosimilares

en la práctica ambulatoria, y es en este

segmento de mercado donde son más

evidentes los obstáculos que la no

intercambiabilidad y el factor marca

contraponen a la necesaria entrada del

biosimilar. El factor precio, incluso, se

retrasa hasta la siguiente actualización

de los precios de referencia, que tiene

lugar con periodicidad anual.

Los medicamentos genéricos y

biosimilares constituyen herramientas

clave en la sostenibilidad de la

prestación farmacéutica del SNS.

Sin ellos, los costes de tratamientos

fuera de patente o cuyos períodos

de protección de datos han expirado

permanecerían inalterados –a lo más

minorados por incremento de los

descuentos legalmente establecidos

en el RDL 8/2010-. La competencia

por precio permite liberar recursos

económicos en un subsistema que

está sometido, igual que todos, a

las restricciones presupuestarias del

gasto público pero que, a diferencia

de otros capítulos de gasto, soporta

presiones crecientes. El estancamiento

demográfico –menores tasas de

nacimientos y mayor longevidad-

debería concluir en menor demanda

educativa, pero los cambios en el

mercado laboral y las tendencias

sociales obligan a mantener la tasa

de gasto educativo en el mismo

porcentaje sobre el PIB. El parque de

infraestructuras puede considerarse

casi completo, y por tanto menos

necesitado de inversión en nuevas

obras y adecuación del coste de

mantenimiento de las dotaciones

existentes. En Sanidad sucede lo

contrario. Mayor esperanza de

vida significa mayor demanda de

atención sanitaria y socio-sanitaria.

Centrándose en la prestación

farmacéutica, el consumo en DDD

por persona protegida y año crece

exponencialmente a partir de los 65

años.

El desafío para los gestores es

enorme, dado que la introducción

de nuevas terapias farmacológicas

se produce cada día y se hace

imprescindible conciliar el elevado

coste de lo nuevo con ahorros en

los medicamentos clásicos. Esta

tendencia tiene sus limitaciones.

La restricción de la regulación de

precios de medicamentos que

impide revisiones de precio al alza

para la inmensa mayoría es un factor

que empuja inexorablemente el

precio hacia abajo, llegando antes o

después a la inviabilidad económica.

La industria innovadora puede

permitirse abandonar un producto

llegado cierto nivel de precio si ha

entrado o va a entrar en su cartera

otro innovador al que se le asigne

un precio muy elevado. El fabricante

o comercializador de medicamento

genérico o biosimilar está en una

situación comparativamente más

difícil. Su margen bruto es inferior y el

alto número de unidades –clave para

una operación eficiente- conllevan

una elevada absorción de costes

medios por unidad producida, lo que

constituye un obstáculo para el cese

en la producción y comercialización de

muchos de sus medicamentos.

Como conclusión, cabe afirmar

que tanto las empresas que se

fundamentan en el medicamento

genérico o biosimilar y los poderes

públicos responsables de los SNS

tienen ante sí un gran desafío del que

depende una parte considerable del

estado de salud de los ciudadanos de

países avanzados.