Visión 360º del genérico: José Martínez Olmos
Cuando en los primeros años de este siglo XXI Andalucía empezó a legislar acerca de la prescripción por principio activo hubo muchas resistencias, como ahora las hay a las subastas. Sin embargo, aquella medida que parecía tan disruptiva era lo que vemos hoy: una medida necesaria de un futuro que ha venido para quedarse y que ha sido fundamental, y seguirá siéndolo, para la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario.
Un sistema sanitario que hará frente en los próximos años a un reto enorme: la tendencia a la cronificación de las enfermedades fruto de la mejora en la esperanza de vida y de los avances en medicina, que requerirá una reorganización de la sanidad española, diseñada para las fases agudas y que deberá reenfocarse hacia los procesos crónicos. Esto supondrá reforzar la atención primaria, pero también una adecuación capaz de asumir las tensiones presupuestarias que eso va a suponer. En ese cambio de estrategia, una de las medidas fundamentales es el impulso al medicamento genérico como elemento de ahorro, con el fin de que la sanidad disponga de recursos con los que hacer frente a los costes que supongan las innovaciones que sea preciso introducir en su carta de servicios.
Precisamente en ese aspecto, el de las innovaciones, será necesario hacer más transparente el proceso por el que se fija su precio e implementar medidas que permitan aprovechar el tamaño de un mercado como el europeo, con quinientos millones de pacientes, para hacer más asequibles esas innovaciones.
Quizá también deberíamos revisar a fondo la forma en que se financian las innovaciones. Ahora, cuando el gobierno autoriza la incorporación de un nuevo producto a la prestación farmacéutica, esa medida no conlleva financiación específica. Esto provoca que, cuando la innovación tiene un fuerte impacto en el presupuesto de las comunidades autónomas, se mire con lupa cuáles son los criterios para aplicar esa innovación, lo que provoca diferencias en el acceso a la misma entre habitantes de distintas zonas. Esa situación, fruto del diseño estructural de nuestro procedimiento de financiación de fármacos, debería revisarse para que las limitaciones presupuestarias no presionaran contra la aplicación de innovaciones farmacéuticas que pueden suponer un impacto positivo en la salud de los ciudadanos.
En ese aspecto quizá no fuera mala la competencia entre el fabricante del medicamento de marca a precio del genérico y del fabricante de genérico, porque, a veces, el hecho de que estemos en un mercado intervenido por el Gobierno, no en un mercado libre, permite adaptar las decisiones a cada situación en cada momento. Hubo un tiempo en que fuimos partidarios de que, a igualdad de precio, se prescribiera preferentemente el genérico, y puede que hayamos llegado a un punto en que haya que modular ese criterio.
Centrados de nuevo en el campo del genérico, los grandes retos, a mi juicio, pasan por hacer posible con la mayor rapidez el acceso al principio activo. La industria ya lo está haciendo muy bien, pero dado que siempre es posible mejorar, hay que poner todas las facilidades y eso se traduce en medidas legislativas que están al alcance de la administración. Por ejemplo, un proceso más ágil y trasparente para que la industria del genérico pueda tener todos los trámites realizados con el fin de ofrecer la opción genérica prácticamente desde el primer minuto en que el medicamento original deja de estar protegido por la patente.
También creo que hay que luchar contra los que de manera interesada cuestionan la calidad de los genéricos frente a los de marca. Hay que trabajar en el ámbito de los pacientes y de los profesionales con información, con campañas que muestren las ventajas del genérico como medida de ahorro para destinar más recursos a aspectos de la sanidad que los necesitan y que pongan todo el énfasis en una realidad probada: la total garantía que ofrecen los genéricos, avalada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Las campañas informativas no son una medida única, pero sí soy partidario de una línea sostenida de información acerca de la calidad del genérico y de su enorme valor para la sostenibilidad del sistema.
La lucha por la calidad no puede, sin embargo, suponer una discriminación positiva en favor de las empresas españolas: habría que facilitar la competencia y, dado que tenemos buenas empresas del genérico en España, nada deberían temer. Tomar medidas proteccionistas sería contrario a la libre competencia e iría contra la normativa de la Unión Europea (UE).
Todos debemos hacer un reconocimiento al cambio fundamental de mentalidad que en estos veinte años han llevado a cabo los propios profesionales sanitarios: los médicos, que hoy recetan ya con mucha frecuencia el principio activo; y los farmacéuticos, con cuyo compromiso también ha sido posible la total normalización de este tipo de fármacos. A todos ellos, así como a la industria y a los gobiernos de distinto signo que han sabido promover los genéricos, tenemos que agradecerles su labor y debemos pedirles que continúen en esa línea para que el ahorro generado por el genérico pueda dedicarse a la financiación de nuevos medicamentos y técnicas diagnósticas que serán necesarios en el futuro.
Nos tenemos que felicitar por el esfuerzo de muchas compañías españolas y de otras nacionalidades por hacer posible que estén disponibles los genéricos, por luchar frente a muchas dificultades de competidores y por asegurar la calidad y la garantía del genérico. Felicidades y muchas gracias por contribuir a la sostenibilidad del sistema sanitario. El futuro tiene que seguir siendo así.