REVISTA EN GENÉRICO NÚMERO 39

CRUZ ROJA ESPAÑOLA uidar es signo de huma- nidad. Se cuenta que un estudiante le preguntó a la famosa antropóloga Mar- garet Mead cuál creía ella que fue el primer signo de civilización en la historia de la humanidad. Y aunque mu- chos puedan pensar que ella habló sobre herramientas como anzuelos o cazuelas, cuenta la historia que hizo referencia a un fémur humano que se había curado tras una fractura, porque eso significaba que hubo alguien que cuidó a esa persona para que pudiese sobrevivir. En el complicado y a menudo desafiante mundo del cuidado, hay una figura que merece más reconocimiento del que a menudo se le otorga: la persona cuidadora no profesional; porque en medio de su permanente y altruista dedicación hacia los demás, ¿quién cuida a quienes cuidan? El rol de cuidadora o cuidador es exigente, con responsabilidades que van desde la atención física hasta el apoyo emocional y logístico, pero también es importante reconocer que cuidar también conlleva aspectos positivos y enriquecedores: la gratificación emocional de saber que se está contribuyendo al bienestar de otro ser humano querido, el fortalecimiento de esos vínculos afectivos, sentirse útil y la adquisición de nuevas habilidades son sólo algunas de las recompensas que el cuidado ofrece a quienes cuidan de mane- ra no profesional. AUTOCUIDADO Y debemos recordar que el autocuidado no es un lujo, sino una necesidad absoluta para mantener la salud física y mental de quienes cuidan, y que también redundará en poder ofrecer mejores cuidados. El autocuidado abarca una amplia gama de prácticas, desde mantener aficiones propias, delegar tareas en otras perso- nas del entorno, expresar las emociones y preocupaciones, mantener hábitos de vida saludable, en la alimentación, el sueño, el ejercicio físico, o el desahogo emocional… Reservarnos un tiempo propio es vital y no debemos confundirlo con egoísmo; es una de las claves del au- tocuidado, que no debemos abandonar. También debemos evitar el aislamiento, manteniendo redes sociales de apoyo y relaciones personales. Sin embargo, en ocasiones las personas cuidadoras pueden enfrentarse a barre- ras para priorizar su propio bienestar. Los estereotipos de género, la falta de reconocimiento social y la presión de asumir la responsabilidad del cuidado de forma exclusiva pueden obstaculizar el acceso al autocuidado. Es crucial desafiar estos prejuicios y promover una cultura del cuidado que reconozca y valore la labor de las personas cuida- doras, brindándoles el apoyo necesario para que también se puedan cuidar a sí mismas. Debemos empezar por reconocer su labor y aportación a la comunidad. Es fundamental visibilizar y valorar la contribución de estas personas, así como promover un entorno que fomente el autocuidado y el bienestar integral de quienes dedican su tiempo y energía al cuidado de otros. ¿Quién cuida al que cuida? C ES CRUCIAL DESAFIAR PREJUICIOS Y PROMOVER UNA CULTURA DEL CUIDADO QUE RECONOZCA Y VALORE LA LABOR DE LAS PERSONAS CUIDADORAS AURORA GONZÁLEZ Gestora del Multicanal SerCuidadorA Técnica del Programa de personas mayores, con discapacidad y cuidadoras Área de Inclusión Social Cruz Roja Española tercer sector www.aeseg.es | 33 NÚMERO 39 | MAYO 2024

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