REVISTA EN GENÉRICO NÚMERO 38

uando la rutina, la monotonía, la desidia y la normalidad de lo cotidiano que rodea la vida vegetativa de un matrimonio convencional sin grandes vivencias ni aspiraciones se convierte en un producto televisivo más adictivo que los huevos rotos con patatas y jamón de Casa Lucio, es que ha habido alguien detrás cocinándolo a fuego lento con muchísimo gusto e ingenio. Es el caso de Pepón Montero y Juan Maidagán , creadores de la miniserie Poquita fe (Movistar Plus), una joyita made in Spain que tiene en el aburrimiento de una pareja desganada e inapetente, formada por un vigilante de seguridad de un edificio gubernamental, José Ramón (al que da vida indolente Raúl Cimas ), y una trabajadora de una guardería, Berta (a la que a duras penas hace sobrevivir en un entorno de acidia y derrota Esperanza Pedreño ), el hilo conductor de una original tira cómica de indudable herencia chanante sobre... la nada. La anodina existencia de un matrimonio que, a través de un humor singular con pinceladas absurdas muy del estilo de Muchachada Nui , nos ofrece momentos intrascendentes que se convierten en extraordinarios y desembocan en situaciones hilarantes, todo ello aderezado con el toque agrio de una metástasis de aburrimiento y apatía que va deteriorando la relación de pareja. La abúlica vida de José Ramón y Berta transita a lo largo de doce episodios (uno por cada mes del año) que arrancan con el reparto de las sobras de la cena de Nochebuena (glorioso el tema de los mantecados) y hace parada en estaciones como las ‘no vacaciones’ de Semana Santa; la fantasía incumplida de un viaje a Tailandia (o cualquier deus ex machina que rompa con la displicencia del día a día); las ‘no vacaciones’ de verano en Almuñécar (como todos los años); la ‘vuelta’ a la rutina de la mano de un otoño que hace que todo se vea cuesta arriba; alguna que otra fiesta, encuentro o reunión familiar embarazosa; el desinterés por la llegada de nuevo de las fiestas navideñas (boda de la vecina rumana incluida)... Un recorrido de miseria vital y conformismo al que los toques de humor, como la reducción por evaporación del vino en la salsa de un guiso, le quitan la acidez. Pequeñas píldoras ‘berlanguescas’ de formato corto (quince minutos), al estilo de la precursora webserie High Maintenance u otras que siguieron ese camino como State of the Union (por cierto, ya está disponible la segunda temporada protagonizada por Patricia Clarkson y Brendan Gleeson ), por las que callejean personajes que actúan como cemento de una serie muy de secundarios, incluso alguno de los cuales podría dar para un futuro spin off . Una troupe formada por familiares: los padres de Berta ( Juan Lombardero y María Jesús Hoyos ), su hermana ( Julia de Castro ), la madre de José Ramón ( Marta Fernández Muro ), amigo, un vecino al que “al final se le pilla el punto” ( Chani Martín ), una mujer con más kilómetros a sus espaldas que el Aston Martin de Fernando Alonso , Pilar ( Pilar Gómez ), o su ex, Pepelu el de Tailandia ( José Manuel Poga ), el heterogéneo grupo de amigos de los padres de Berta, compañeros de trabajo: Riki, el peculiar segurata pelirrojo ( Enrique Martínez ), los de la guardería ( Angela Chica y Felipe Andrés )... En Poquita fe , Montero y Maidagán, que ya mostraron de lo que eran capaces en Cámara café y Justo antes de Cristo , huyen de la narrativa convencional y dan una vuelta de tuerca al falso documental, al making of puesto de moda por series como The Office o Modern Family , haciendo que José Ramón, Berta y el ecosistema de familiares, amigos y compañeros de trabajo que les rodea no sólo interactúen como narradores ante la cámara, sino que se comuniquen entre ellos. Una fauna que entra, sale y deambula alrededor de un teatro de lo absurdo a lo Samuel Beckett o de un costumbrismo delirante muy cercano a José Luis Cuerda , que ofrece situaciones surrealistas que van inoculando en pequeñas dosis el virus de la risa (nada de chistes fáciles): «Me da pereza que lleguen los viernes, últimamente no hacemos otra cosa que ponernos morados (de chino en oferta) y ver una serie». ¿La respuesta? «Y ahora va a caer un tazón de leche con magdalenas». Poquita fe genera un “efecto pipas”: una vez que empiezas a verla no puedes parar de hacerlo. Eso sí, aviso: se recomienda no ingerir alimentos o líquidos durante el transcurso de su visualización por la existencia de un alto riesgo de atragantamiento. LA SERIE Poquita fe: un divertido aburrimiento JUAN NIETO Director de Comunicación FEDIFAR en Twitter: @johnjohn1600 POQUITA FE NOS OFRECE MOMENTOS INTRASCENDENTES QUE SE CONVIERTEN EN EXTRAORDINARIOS Y DESEMBOCAN EN SITUACIONES HILARANTES C ocio www.aeseg.es | 29

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