REVISTA EN GENÉRICO NÚMERO 36
ue el emperador Augusto quien, en el 16 a. C., fundó la ciudad de Augusta Tre- verorum, hoy Tréveris (Trier en alemán) a orillas del río Mosela. Sede del gobierno del Imperio romano de Occidente, por su relevancia política y, posteriormente, comercial llegó a ser conocida como “la segunda Roma”. La ciudad más antigua de Alemania atesora impresionantes monumentos como la singular Porta Nigra, uno de sus emblemas. Construida en el año 180, era parte de la muralla y debe su nombre a la pátina oscura que ha teñido la piedra a lo largo de los años. Desde 1986, la Unesco la protege jun- to a otros enclaves designados patrimonio artístico de la humanidad: el anfiteatro que llegó a dar cabida a 25.000 espectadores y donde anualmente se celebra el festival histórico Brot und Spiele, pan y circo, con luchas de gladiadores y representaciones teatrales; el puente romano (el más antiguo de Alemania); y las termas imperiales que impulsó Constantino I el Grande , que fue- ron las mayores del Imperio y las hoy mejor conservadas. A este emperador también le debemos la grandiosa basílica que lleva su nombre y junto a la que se encuentra el enorme palacio electoral, Kurfürstliches Pa- lais, uno de los edificios rococó más bellos del mundo. Alberga conciertos de música clásica y jazz que, si tienen oportunidad, no deben perderse. Mención aparte merece la columna de Igel, un fabuloso monumento funerario de 27 metros de altura realizado en arenisca roja que, por un benéfico error histórico, ha llegado a nuestros días intacto, ya que en época cristiana fue amparado por la iglesia que lo consideró conmemorativo del matrimonio entre Constancio I y Helena de Constantinopla , en vez de mausoleo. Sirvió también como miliario, ya que se encuentra a 8,8 kilómetros de Tréveris, es decir, cuatro leguas (el equivalente a una milla y media). Dos lugares de culto completan esta lista: la catedral de San Pedro, la iglesia más antigua del país; y la iglesia de Nuestra Se- ñora, uno de los primeros templos góticos germanos. A las afueras se encuentra el Roscheider Hof Open Air Museum, un pueblito típico que exhibe con orgullo el folclore de la zona. Más allá de esta concentración histórico artística, Tréveris es una ciudad encantadora para descubrir a pie o en bicicleta. Merece la pena perderse por las calles sinuosas de la judería con sus casas de cuento y acabar en el mercado principal ( hauptmarkt ) con la imponente torre de la iglesia de San Gangolf. Aquí también se encuentra el Museo del Juguete, ( spielzeugmuseum ), un paraíso para pequeños y grandes con más de 5.000 piezas entre ositos de peluche, muñecas, trenes eléctricos y un sinfín de artefactos de hojalata. Otra curiosidad es que podemos visitar la casa natal de Karl Marx , hoy convertida en museo. No dejen de fijarse en los semáfo- ros que están frente a ella. GASTROTURISMO Para saborear la ciudad, les recomendamos algún queso o embutido local acompañado de una copa de Elbling, una variedad única que ya cultivaban los romanos, o Riesling. Y si quieren apostar por las burbujas, además de las generosas jarras de cerveza, no dejen de probar la sidra o viez, uno de los tragos típicos de la región. También se puede hacer un alto gastronómico en el camino para conocer Wirtshaus zur Glocke, un restaurante que, desde que abrió sus puertas en 1803, sirve a locales y turistas platos tradicionales (y contundentes) en un ambiente acogedor y romántico. Tréveris se encuentra a unos 35 kilómetros del aeropuerto de Luxemburgo , por lo que es una excelente escapada a tan solo dos horas y media de vuelo de España . El otoño y la primavera son épocas perfectas para descubrir esta ciudad y sus alrededores de paisajes coloridos bañados por el río Mosela o la Navidad, cuando Tréveris desafía el frío y se viste de magia. MARÍA CEREIJO Periodista en Twitter: @capitulosiete Tréveris, la segunda Roma LA VISITA F www.aeseg.es | 37
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