REVISTA EN GENÉRICO NÚMERO 36

DEPORTE PARA LA EDUCACIÓN Y LA SALUD on la esperanza de que se está superando la crisis de la pandemia SARS-CoV-2 (COVID-19), el mundo regre- sa a la normalidad, pero con la salud mermada de manera importante. Las restricciones que se impusieron en su momento han afectado gravemente a los hábitos de vida saludable. Es decir, aquellas costumbres que sirven para prevenir las enfermedades no transmisibles (ENT) y, además, contribuyen a que nuestro organis- mo pueda afrontar con mayores garantías enfermedades transmisibles. La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de presentar los resultados de segui- miento de los primeros cuatro años del Plan de Acción Mundial para la Actividad Física y los resultados no son muy prometedores. Muy pronto se publicarán los datos sobre los hábitos de los menores entre 11 y 17 años del Estudio sobre las conductas salu- dables de jóvenes escolarizados (estudio HBSC, por sus siglas en inglés) del año 2022 y los datos de otros estudios previos predicen lo peor. Oleadas del HBSC del 2014 y 2018 nos pre- sentaban unos chicos que no conseguían alcanzar la actividad física diaria mínima en el 80 por ciento de los casos. Dicho de otra manera: ¡solo uno de cada cinco menores aprobaba la asignatura de la actividad física con un cinco! Los datos post-COVID pueden presentar unos resultados alarmantes que nos muestren un 90 por ciento de menores inactivos. ¿Y quién tiene la culpa? Aún mejor, ¿quién debe ser responsable de actuar? Está claro que el modelo que se ha seguido durante tantos años no ha ofrecido buenos resultados. Organizaciones internacionales estudian, planifican y sensibilizan mediante campañas. Las administraciones públicas también realizan sus estudios, estrategias y programas. A partir de aquí, todo se para, porque no hay una clara voluntad de resol- ver o nadie se siente responsable de actuar. El problema es siempre de otros. Existe una irresponsabilidad colectiva respecto a la promoción de la salud al igual que nos encontramos con una descoordinación administrativa muy importante. Si nos centramos en el ámbito de interés de Deporte para la educación y la salud , los menores escolarizados, conseguir que los centros educativos sean lugares donde los alumnos aprendan a ser ciudadanos saludables no parece ser de importancia dentro de las estrategias educativas. No existen demasiados centros educativos que brinden un aprendizaje experiencial sobre actividad física, alimentación equilibra- da, prevención sanitaria, higiene y ocio saludable de manera sistematizada, todos los días, todos los alumnos, durante todos los cursos. Puede parecer complejo, pero analizando el día escolar se puede llegar a brindar una opción saludable en todas las acciones. ¿Qué es eso? Activar a los chicos, hacerles beber suficientemente, tener una buena higiene postural y física, comer de manera adecuada y educada, romper con los prolongados momentos sedentarios de las clases. Las generaciones del futuro están actualmente en los centros educativos y necesitan actuaciones sistemáticas que aseguren la educación en salud, alimentación, socialización y actividad física en coordinación con los grupos de interés relacionados (centros de atención sanitaria, clubes, asociaciones, sector de la alimentación, etc.). Así se garantizaría que tendremos personas con una educación integral que les permitirá alcanzar unos niveles óptimos de bienes- tar. Además, ese bienestar de cada una de las personas incidiría en una cuenta de resultados positiva en las estrategias mundiales para la sostenibilidad en muchos de sus objetivos. Saludmundial, ¿una guerra perdida? C LAS RESTRICCIONES QUE SE IMPUSIERON DURANTE LA PANDEMIA DE COVID-19 HAN AFECTADO GRAVEMENTE A LOS HÁBITOS DE VIDA SALUDABLE ANDREU RAYA Deporte para la educación y la salud En Twitter: @educacondeporte tercer sector www.aeseg.es | 33 NÚMERO 36 | DICIEMBRE 2022

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