REVISTA EN GENÉRICO NÚMERO 34

uede que una elegante criatura marina envuelta en leyenda e inmortalizada en bronce sea la imagen más icónica de la ciudad de Copenhague , aunque La Sirenita no llegó a estos lares hasta 1913 gracias a la habilidad de Edvard Eriksen y el auspicio de Carl Jacobsen , hijo del fundador de Carls- berg, sí, el de la cerveza. Pero, con el permi- so de esta dama del puerto, desde mucho antes, domina imponente en esta ciudad como uno de sus emblemas la Rundetaarn o Torre Redonda. Fue construida en 1642 por orden del rey Christian IV , un monarca con poco éxito en lo político y lo personal, pero con mucho ojo para la cultura y las artes que dejó un gran legado arquitectónico en el Renacimiento. La torre era la primera parte del llamado Complejo de la Trinidad , que aunaba igle- sia, biblioteca y observatorio. Este último, el primero de Dinamarca que pronto se convirtió en el epicentro de la astronomía del país y uno de los centros más avanza- dos de Europa . La biblioteca, por su parte, se abrió en 1657 y llegó a atesorar alrededor de diez mil volúmenes de la Universidad de Copenhague . Ludvig Holberg, padre de la literatura danesa, y Hans Christian Andersen estudiaron en ella. En 1987 se restauró completamente para convertirse en galería de arte y sala de conciertos. Sobre esta sala se ubica un espacio que alberga las campanas de la iglesia y un gran reloj de 1731 que tuvo diferentes usos a lo largo de la historia: desde secar ropa a almacenar pieles curtidas, decorados teatrales y hasta los sombreros de la alta sociedad. En 1880, el teniente Bernhard Olsen alquiló esta estancia y montó un museo campesino que se convertiría en el Museo al Aire Libre en 1901. En su interior, la torre cuenta con una rampa en espiral de 209metros de longitud para su- bir hasta su puntomás alto, un curioso diseño que también comparte con otra emblemática torre sevillana, La Giralda. La razón de utilizar las rampas en vez de escaleras no era otra que dar la posibilidad de acceder a ella a caballo, tras recorrer las siete vueltas y media que separan la entrada de la cúspide, situada amás de 34metros de altura. Allí, justo en el centro de la espiral, en el suelo, se encuentra un cristal quemuestra la caída como si de un pozo se tratara. Este punto se utilizó como kilómetro cero cuando Dinamarca se trianguló hacia 1760. Se puede pisar sobre ella, pero es solo apto para aquellos que no sufran vértigo. En el exterior, en la parte alta de la fachada, se encuentra un acertijo o pictograma dorado cuyo borrador fue realizado por el mismo rey Christian IV y que se podría inter- pretar como: “Conduce, Dios, las correctas enseñanzas y la justicia al corazón del rey coronado”. Como no podía ser de otra manera, dado su carácter científico, la Rundetaarn cuenta con un planetario, un modelo tridimensional heliocéntrico del sistema solar. El que se puede ver hoy es una reproducción insta- lada en 1928 como remplazo del modelo de 1740. Pero hubo un planetario anterior, de 1697, que mostraba simultáneamente el sistema copernicano con el Sol en el centro y el sistema divergente de Tycho Brahe con la Tierra como eje del Universo. Hoy, la Rundetaarn es el observatorio más antiguo de Europa que sigue en activo. Está abierta a los visitantes y en ella se orga- nizan exposiciones, conciertos, sesiones astronómicas para profesionales y aficiona- dos, así como actividades infantiles. Desde su mirador se disfrutan unas maravillosas vistas de la ciudad de las que se puede ver un aperitivo online . Si viajan a Copenhague, no dejen de visitarla, es una experiencia única para casi tocar el cielo. MARÍA CEREIJO Periodista en Twitter: @capitulosiete Rundetaarn de Copenhague: tocar el cielo LA VISITA P www.aeseg.es | 29

RkJQdWJsaXNoZXIy MzA4NDQ=